¡Deja de pensar que no tienes contactos! A quién recurrir cuando buscas trabajo
Un mantra habitual en el mercado laboral español es el que dice que sin contactos no se llega a ninguna parte. O dicho en un lenguaje menos “moderado”, que hace falta un enchufe para empezar a currar. Aun sabiendo que, a lo sumo, esta afirmación es poco más que una generalización, no vamos a intentar convencerte de que no es cierto, pero tampoco vamos a darte la razón incondicionalmente. Lo que sí vamos a hacer es ayudarte a discernir entre un ‘enchufe’ y un simple contacto que puedes usar a tu favor, y a explicarte quiénes son esas personas que, si bien no habías pensado en ellas, también pueden ayudarte en tu búsqueda de empleo.
Cuando estás buscando empleo, puede ser tentador refugiarte en la idea de que sin enchufe no tienes nada que hacer, especialmente si no tienes éxito en la búsqueda. Como punto de partida, has de tener claro que un “enchufe”, con la connotación negativa que tiene esta palabra en el mundo laboral, se refiere a obtener un cargo sin méritos propios, es decir, únicamente por la proximidad entre quien lo otorga y quien lo logra.
Un contacto, en cambio, es alguien que puede facilitar el aterrizaje de una persona en un puesto de trabajo, bien porque ya conoce cómo trabaja y confía en ella, porque sabe que encaja a la perfección con lo que busca la empresa o por cualquier otra causa que no exima de méritos a quien consigue el puesto. Si estás pensando que tú no tienes contactos a los que recurrir para encontrar trabajo, debes saber que te equivocas. Hacemos un repaso.
1. Recuerda los recreos y las charlas en la cafetería
Tus antiguos compañeros de clase fueron tus primeros contactos, más allá de tu familia. En la etapa del instituto quizás las relaciones se estrecharon con quienes tenías más afinidad. Y aunque, naturalmente, hay relaciones que mueren en cuanto se separan los caminos, seguro que hay un buen grupo de personas con las que te llevabas especialmente bien durante tus años entre pupitres y a quienes hayas seguido la pista o con quienes mantengas incluso el contacto. Entre ellos, quizás descubras alguna trayectoria profesional en tu sector, en alguna empresa interesante o en un puesto similar al tuyo que te pueda servir como apoyo.
En el caso de que hayas realizado estudios superiores, te resultará mucho más fácil iniciar una relación laboral con tus compañeros, ya que compartís rama profesional y es mucho más probable que alguno de ellos pueda darte alguna pista útil durante la búsqueda de empleo. En este contexto, piensa también en echar un vistazo a las asociaciones de antiguos alumnos. Tanto si resulta que son empleados de la empresa en la que quieres entrar a trabajar (y por tanto pueden recomendarte), como si, al trabajar en tu mismo ámbito pueden señalarte oportunidades interesantes que surjan, piensa que tu red de contactos se empieza a construir en tu etapa de estudiante.
2. La impronta de tu primer empleo
El primer empleo es una especie de primer amor. Por nuestra inexperiencia, lo afrontamos con más ilusión que ninguno, aprendemos a marchas forzadas todo lo que no sabíamos y nos asoma una sonrisa cuando lo recordamos lustros después. Bucea en esos recuerdos y recuerda quiénes te acompañaban en esas primeras experiencias. Desde tus compañeros, que seguramente te vieron evolucionar rápidamente, hasta (si lo tuviste) tu tutor de tus prácticas, un pilar fundamental con quien puedes llegar a cultivar una estrecha relación profesional. Si estás en esta etapa, aprovéchalo y mantén el contacto con tu empresa de prácticas.
Algo así le ocurrió a Guillermo del Palacio, que tras finalizar sus prácticas como periodista en un periódico nacional no pudo quedarse en plantilla, pero las relaciones que forjó en la redacción le fueron valiosas para acceder a sus primeros empleos. “Cuando los que habían sido mis compañeros se enteraron de que no tenía trabajo, enseguida me propusieron colaboraciones. Más tarde una revista del mismo grupo me llamó para entrar a trabajar y fue gracias a ellos”, cuenta.
Guillermo mantuvo además una muy buena relación con su tutor de prácticas en el periódico, que le valió para ser tenido en cuenta más tarde: “Mi mentor estuvo de vacaciones casi un mes y me dejó al mando de la sección. Su confianza me ayudó mucho, también de cara a los demás, para que el resto de la redacción viese que se podía confiar en mí”. Tras un periplo por otros medios de comunicación, acabó volviendo a ese periódico casi diez años después de haberlo dejado. Mantener la relación con tus antiguos compañeros de trabajo suele ser una gran idea.
“La confianza de mi mentor me ayudó mucho, también de cara a los demás, para que el resto de la redacción viese que se podía confiar en mí” – Guillermo, periodista
3. Las personas que has conocido en empleos posteriores
A medida que vamos evolucionando y cambiando hacia otras empresas y puestos, normalmente ganamos experiencia y responsabilidades, algo que se traduce, entre otras cosas, en un mayor peso en la compañía y una red de contactos más amplia, que van surgiendo en el día a día tanto dentro de la empresa como fuera. Las relaciones que has ido forjando durante esta etapa también podrán ser usadas a tu favor cuando lo necesites, especialmente si has sabido mantener tu red de contactos. Ahí entran los que fueron tus compañeros, pero también tus jefes, e incluso terceras personas, como clientes, proveedores, socios… Una excelente agenda de la que echar mano.
Estos contactos pueden llegar de la forma más inesperada, como le ocurrió a Sandra, que trabajaba en el departamento de marketing de una empresa de comercio electrónico en Barcelona. “La empresa iba mal y mi jefa era un horror. Un día, a la hora de marcharme, me dijo que no podía irme a casa, que debía ir a un encuentro profesional que se celebraba en un bar y al que ella consideraba que debía ir. No me hizo ninguna gracia, pero una vez allí un chico que también hacía marketing me hizo algunas preguntas y se interesó por mí profesionalmente. Al día siguiente conectamos a través de LinkedIn y, unas semanas más tarde, cuando mi jefa me despidió, se me ocurrió escribir a aquel chico. Me dijo que me pasara por su empresa, de la que era socio, me hizo una prueba y a los tres días ya estaba trabajando allí. Me quedé dos años”.
La diferencia en el caso de Sandra la marcó el hecho de pensar en aquel contacto que hizo de manera fortuita unas semanas atrás y atreverse a escribirle. No hace falta más: memoria y arrojo. “Hay que ser un poco espabilado en este mundo. A veces no sale bien, y quizás cuando buscas empleo te resultan útiles muy pocos contactos de todos los que tienes, pero hay que intentarlo, porque a veces sí funciona”, remata Sandra.
“Quizás cuando buscas empleo te resultan útiles muy pocos contactos de todos los que tienes, pero hay que intentarlo, porque a veces sí funciona” – Sandra, trabajadora en el sector del marketing
Por otro lado, Sandra también recomendó a un contacto suyo cuando el departamento de Recursos Humanos buscaba candidatos, un fenómeno que se conoce como “cooptar”: “En una empresa en la que trabajé necesitaban a una persona para una tarea muy concreta para la que ninguno de los dos trabajadores del departamento teníamos la experiencia adecuada. Recomendé a una ex compañera con la que había coincidido durante unas prácticas, cuando las dos éramos becarias. La llamé y la acabaron contratando”. Un perfecto ejemplo de contacto (¡que no un enchufe!).
4. La empresa en la que quieres entrar
Si hay una empresa específica en la que quieres entrar a trabajar, valora hacer uso de LinkedIn y sus filtros. De esa forma podrás ver qué empleados están en esa red e incluso ver si alguno de ellos ya figura entre tus contactos, lo cual podría ser una buena primera piedra de toque. Si este es el caso, o si descubres a un empleado con quien tienes un contacto en común, puedes iniciar una toma de contacto, sin ser invasivo y respetando la respuesta que esa persona pueda darte.
Tanto si puedes apoyarte en un contacto común como si te aventuras a conectar con un empleado al que no conoces, es importante ser respetuoso y explicar tu situación y por qué te interesa un puesto en su empresa. Si juegas bien tus cartas, esta persona podría indicarte el canal más adecuado para enviar tu candidatura, compartir contigo un contacto valioso dentro de la empresa (por ejemplo, del responsable del proceso de contratación o del mánager del equipo que está contratando) o, incluso, proporcionarte una recomendación.
Pero ten en cuenta que puede ocurrir que la persona prefiera no implicarse. En ese caso, es mejor no insistir. Existen distintas estrategias en LinkedIn a la hora de aceptar o no nuevos contactos y no todo el mundo será igual de receptivo a echar una mano a alguien a quien en principio no conocen.
5. Amplía tus horizontes
Es muy habitual encontrarnos en situación de búsqueda de empleo y concentrar la mirada en el círculo profesional que ya conocemos, en nuestro sector. Y como los caballos que portan anteojeras, no somos capaces de ver nada que se salga de ese círculo. Esta actitud es un error: no descartes a nadie. Puedes empezar por interrogar a tus dos círculos más próximos, el de tus amigos y el de tu familia. Averigua si alguien trabaja en una empresa que pueda interesarte, o si alguien tiene algún familiar o amigo que lo haga. De nuevo, puedes descubrir ofertas u oportunidades profesionales que seguramente no habrías encontrado de otra forma o conseguir una recomendación para un puesto o una empresa concreta.
Quizás no seas capaz de ver de forma clara qué posibilidades puede abrirte cada una de las personas de tus círculos, pero solo es cuestión de reflexionar teniendo en cuenta los elementos que acabamos de comentar. No tengas reparo en poner negro sobre blanco en un folio o una hoja de cálculo quiénes forman parte de tus diferentes círculos y anotar las opciones que supone cada persona. Y desde luego, pregúntales. Hazles saber que estás buscando empleo y tratad de encontrar contactos clave que puedan abrirte puertas en el mercado laborales. Con-tac-tos.