La historia de la humanidad siempre ha ido ligada a grandes cambios derivados de la movilidad. Cuando descubrimos que podíamos cultivar la tierra, nos asentamos en ella. Siglos más tarde y una vez satisfechas nuestras necesidades básicas e inventados los medios de locomoción, buscamos movernos por placer o por negocio. Pero siempre retornando a un lugar llamado hogar.
Sin embargo, este concepto ha evolucionado particularmente en los últimos años para dejar de ser únicamente una vivienda, un lugar físico al que volver. Al mismo tiempo, se ha reavivado el debate sobre si la actual generación que se incorpora al mercado laboral vive peor o mejor que sus padres, en términos tanto de salarios como de acceso precisamente a una vivienda propia. Pero es innegable que todas esas personas disponen de algo a los que sus progenitores no podían agarrarse: que el 60% de las profesiones pueden ejercerse desde cualquier lugar del planeta únicamente con un ordenador y un teléfono inteligente como herramientas (otra cosa es que tus jefes te dejen hacerlo).
Ante esta perspectiva, desde hace algunos años, algunos de estos perfiles optaron por aprovechar la oportunidad y recorrer el planeta en lo que ya se ha dado en llamar “workation”. Es decir, estos jóvenes (y no tan jóvenes) realizan sus actividades laborales desde un lugar diferente al que se ubica su residencia habitual, para compaginar lo profesional con lo personal. Y lo hacen viviendo en ciudades o países que difícilmente podrían visitar de otra manera, durante largos períodos de tiempo atendiendo a las estructuras empresariales actuales.
Pero, ¿es el nomadismo digital una moda para veinteañeros o, con motivo de la pandemia y el (re)descubrimiento del teletrabajo, realmente está incidiendo en núcleos familiares y directivos más consolidados? Para responder a esta pregunta hemos hablado con quienes ya llevan años practicando esta filosofía y estos son los datos que comparten:
Crecimiento orgánico, sostenido y constante
En España, la ciudad con mayor tasa de crecimiento poblacional durante la pandemia ha sido Málaga. Y no es casualidad. Su hub emprendedor, que lleva formándose y creciendo desde hace más de dos décadas, y ha atraído tanto a personas de la región que habían buscado trabajo en grandes capitales como a perfiles foráneos que han decidido establecerse allí definitivamente para ejercer sus profesiones de manera remota. Las ciudades con playa, buena temperatura y calidad de vida asequible son algunos de los aspectos más buscados por parte de los nómadas digitales, sean de nuevo o antiguo cuño. Y generalmente aparecen nombres con enorme recurrencia, como Madeira o Gran Canaria.
En la isla portuguesa reside el consultor en nomadismo digital Gonçalo Hall, que hasta hace cuatro años no había establecido una base física semipermanente y se había movido entre Bali, Tailandia, España o Alemania. Sin embargo, su propuesta a las autoridades lusas acerca de convertir la isla en un polo de atracción le han llevado a liderar un proyecto público-privado que hoy califica de “muy exitoso”.
“Antes en las empresas apenas había un 10% de empleados remotos y ahora pueden llegar hasta el 50%. Muchas compañías además han adoptado ya modelos híbridos y quien ha probado a trabajar de este modo en general no quiere volver a la oficina”, señala Gonçalo. “Hemos tenido un crecimiento de un 40% de solicitudes y ahora ya somos más de mil personas aquí. Teniendo en cuenta, además, que todavía no se puede viajar con libertad y que deben todavía establecerse las condiciones definitivas entre directivos y trabajadores, estamos seguros de que el boom todavía no ha terminado. Porque no solo vienen ya cargos intermedios. Tenemos CEO y sus familias instalados de manera casi definitiva y sin perspectiva de retorno”, argumenta.
“Teniendo en cuenta que todavía no se puede viajar con libertad y que deben todavía establecerse las condiciones definitivas entre directivos y trabajadores, estamos seguros de que el ‘boom’ todavía no ha terminado” – Gonçalo Hall, consultor
Una situación similar se vive en las Islas Canarias, donde Nacho Rodríguez, fundador de Nomad City ahora llamado Repeople, construyó primero una conferencia global, más tarde una comunidad y ahora forma parte de una estrategia pública del gobierno insular para desestacionalizar el turismo a través del empleo remoto. De hecho, en los últimos seis meses, el territorio español ha incrementado un 10% su tasa mensual de este tipo de viajeros.
Una tendencia más allá del sector tech
Por esas islas, y por muchas otras, lleva tres años viajando y trabajando Anna Maria Kochanska, que trabaja como key account manager en una agencia de creación de contenido digital y asegura estar muy satisfecha con su estilo de vida. “Puedes ir eligiendo los destinos donde más te apetezca residir. También mejoras tu salud al comer mejor y estar en contacto constante con la naturaleza”, argumenta desde la cubierta de un barco, (envía una foto por WhatsApp para certificar el momento).
Como en el caso de Gonçalo, su experiencia le permite divisar si la tendencia de crecimiento es real o solamente una moda pasajera. Y, al igual que el luso, opta por la primera afirmación. “En el pasado veíamos principalmente gente de IT, negocios online, diseñadores o autónomos. Pero el año pasado conocí a muchos nuevos nómadas, la mayoría procedentes de áreas de negocio muy diversas. Muchos de ellos, además, se niegan ahora a volver a la oficina y algunos de sus empleadores aceptaron su estatus de manera permanente”.
“En el pasado veíamos principalmente gente de IT, negocios online, diseñadores o autónomos. Pero el año pasado conocí a muchos nuevos nómadas, la mayoría procedentes de áreas de negocio muy diversas” – Anna Maria Kochanska, nómada digital
Casi una década atrás comenzó Mathias Zeitler no solo a explorar esta forma de vida, sino a facilitar a otros las condiciones para ponerla en funcionamiento, independientemente de lo lejano que fuera el destino al que quisieran trasladarse. “Hace nueve años me di cuenta por primera vez de la fuerza de este movimiento cuando organicé un evento de networking. Yo viajaba mucho, pero allí conocí a personas que lo hacían de manera permanente y me di cuenta de que me atraía esa manera de afrontar la vida. Y ahora, casi una década más tarde, estoy convirtiendo a nómadas en residentes digitales en Bansko, un pequeño centro turístico de montaña en Bulgaria”, recuerda.
Como el resto de los preguntados, afirma que el trabajo remoto “se está generalizando”. “Por supuesto eso no significa que todo el mundo querrá desplazarse de su lugar de residencia”, matiza, “pero es evidente el aumento constante incluso con regiones que ofrecen visas especiales y hasta financiación para este tipo de perfiles”.
Pero no todo es playa…
Estos permisos de residencia especiales evidencian una cuestión también evocada por Anna: la mayoría de los obstáculos siguen siendo legislativos. “Hay impuestos y complicaciones legales que varían dependiendo del país y hasta de la ciudad en la que te encuentres. Y que deben superarse para que estas personas no acaben siendo solo ocasionales”, comenta.
Además, apunta a un aspecto que pocas veces se trata en el fragor de los inicios. “Para ser un nómada a tiempo completo, siempre en movimiento, debes tener un carácter fuerte, inconformista, que lidie bien con la soledad… Y no todo el mundo está preparado para estas circunstancias”, concluye. A lo que añade: “Es posible que veamos a mucha gente a tiempo parcial en estas circunstancias con base de operaciones en su lugar habitual, pero yéndose dos o tres meses a otra localidad”.
“Para ser un nómada a tiempo completo, siempre en movimiento, debes tener un carácter fuerte, inconformista, que lidie bien con la soledad… Y no todo el mundo está preparado para estas circunstancias” – Anna Maria Kochanska
Y, aunque nadie lo menciona de manera explícita, hay otro factor que condiciona la idoneidad de un potencial destino: las conexiones son fundamentales. Un aeropuerto internacional, una autovía, un tren de alta velocidad o la cercanía a grandes núcleos urbanos son necesarios para atraer perfiles de alto nivel, que valoran por igual poder ir a cenar a la ciudad como pasar la noche junto al bosque.
Lo sabe bien Graham Jones, licenciado en Astrofísica por la Universidad de Londres y ahora afincado en Requena (a apenas una hora de Valencia) tras haber pasado por Edimburgo y la prefectura de Shiga en Japón. “Trabajo en el sector de la ciencia, que tiene una larga historia de colaboración entre personas separadas por barreras de diversos tipos”, comenta. Cree que es “demasiado pronto para decir si el crecimiento será constante”. “Aunque la pandemia produjo una gran cantidad de trabajadores remotos a corto plazo, aún no está claro cuántos permanecerán así y cuántos preferirán retornar a su espacio tradicional. Aun así, lo que es evidente es que hoy día no hay muchos lugares que sean demasiado remotos como para no poder trabajar desde ellos”, concluye.