Dice la canción que “tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor”. Razón no le falta, pero a día de hoy existe un gran consenso social por el que podemos decir que cuatro cosas hay en la vida: salud, dinero, amor y amistad (como poco). De hecho, los amigos de verdad son precisamente los que permanecen cuando todo lo demás falla. ¿Quién no tiene a ese amigo por el que haría cualquier cosa? Si necesita un hombro en el que llorar, allí estarás; si te pide dormir en tu sofá porque ha discutido con su pareja, lo acogerás… Sin embargo, ¿qué pasa si te pide que lo recomiendes para un puesto de trabajo en tu empresa? ¿Se contraponen las relaciones de trabajo con las de amistad? Recopilamos las experiencias de algunas personas que se convirtieron en “el amigo recomendador” y hablamos con la experta en desarrollo y evolución profesional Mercedes Korin sobre lo que debemos pensar antes de tomar esta decisión.
Las relaciones de amistad son capaces de atravesar todos los planos de tu vida y convertirse en una parte indispensable de la misma porque, como seres sociales, necesitamos relacionarnos para alcanzar cierto nivel de bienestar. Por eso es normal que si un amigo te pide ayuda para encontrar trabajo, tú trates de hacer todo lo posible para echarle una mano. De hecho, la experta en desarrollo profesional Mercedes Korin considera que, a día de hoy, no es extraño que aprovechemos las relaciones personales para conseguir trabajo ya que “nuestros amigos nos conocen más y mejor que el algoritmo de LinkedIn”.
Sin embargo, es eso mismo lo que puede ponerte entre la espada y la pared si estás planteándote recomendar a alguien para un puesto de trabajo. Conoces a esa persona en el plano de la amistad, pero ¿cómo hace su trabajo?, ¿se ajusta su perfil a lo que tu empresa está buscando?, ¿qué pasa si sale mal?, ¿qué responsabilidad asumes tú como persona que ha recomendado al nuevo empleado? Todas estas y muchas más preguntas pueden pasar por tu cabeza como una presentación de Power Point a velocidad de misil sin que consigas llegar a ninguna conclusión que te asegure “estar haciendo lo correcto”.
¿Son el puesto y tu amigo un match?
Para Mercedes Korin, lo más importante a la hora de recomendar a un amigo es mantenerse objetivo respecto a las capacidades de tu amigo y el perfil buscado en el puesto de trabajo. La experta anima a ser transparentes y claros, tanto con tu compañía como con la persona a la que recomiendas sobre lo que pueden esperar del otro. Con tu amigo puedes, por ejemplo, compartir la información que tienes sobre la empresa, como su funcionamiento o el ambiente de trabajo en el área que integraría.
En el caso de la empresa, “no se trata de presentar a tu amigo como un regalo de Navidad, sino de aprovechar todos sus aspectos positivos para introducirlo como la persona idónea para el puesto, por tener determinadas características que se ajustan al perfil buscado. También es importante priorizar el orden de nuestros argumentos: primero van los hechos objetivos y después los subjetivos”, explica Mercedes. Por ejemplo, si crees que tu amigo cumple los requisitos, puedes sostener tu postura basándote en las referencias de antiguos jefes o colaboradores de esta persona.
Y aunque muchas veces intentes echar una mano, es necesario que consideres la posibilidad de que tu amigo no cumpla con los requisitos necesarios. “Toda acción que tú tomes nacerá de un hecho objetivo y, si no hay relación entre el perfil de esa persona y los requisitos que la empresa solicita, podrás argumentar tu decisión de no recomendarla”, añade Korin. Esto es algo que Yosy Blanco, que oposita para ser profesor, siempre ha tenido claro: “He tenido muchas oportunidades de ofrecerles trabajo a amigos míos por la influencia que tengo en una empresa de ocio y tiempo libre, pero solo lo he hecho en una ocasión, ya que el resto de amigos no cumplían el nivel de competencia que deberían, bajo mi punto de vista”.
¿Cómo es tu amigo en el trabajo?
Además de buscar que la persona y el puesto encajen, saber cómo es tu amigo como trabajador y cuáles son sus proyectos también puede afectar a tu decisión. En el caso de Yosy, haber coincidido con el amigo al que decidió recomendar en unas prácticas durante su época de estudiante y conocer, por tanto, su forma de trabajar, le convenció de que era apto para el puesto.
Para Álvaro Núñez, realizador audiovisual, estas fueron también las razones que lo llevaron a recomendar a un conocido para trabajar en una productora. “Jamás recomendaría a alguien si tuviera alguna duda de que podría fallar en su labor, porque está en juego la confianza que la empresa ha depositado en mí”, explica. El punto de vista de Álvaro concuerda con lo que aconseja la experta en desarrollo profesional: no “inmolarse”, ya que tu trabajo y tu nombre también deben ser cuidados. Además, si la persona no es la indicada para el puesto, es posible que no logre una relación laboral fructífera y, por otra parte, también quede dañada la amistad.
¿Y qué pasa si nunca lo has visto desempeñar un cargo? Korin recomienda comentarlo a la empresa, al tiempo que destacas que sí lo conoces como amigo y justificas tu elección basándote en su currículum.
¿Qué responsabilidad asumes con una recomendación?
Una vez has tomado la decisión de recomendar a alguien a tu empresa, es habitual que aparezca el sentido de la responsabilidad, sobre todo si las cosas salen mal. Desde el punto de vista de Mercedes Korin, es necesario saber echarse a un lado y no explotar el rol de intermediario: “La empresa tendrá menos derecho a responsabilizarte cuanto más claro hayas sido y cuantos más límites hayas marcado respecto a tu posición de intermediario puntual”.
Lucía Orjales, empleada de hostelería, se ha visto en esta situación después de recomendar a un amigo para un puesto en el mismo sector. “Al principio todo iba bien, pero llegó un momento en el que él empezó a hacer las cosas mal y a tomarse demasiadas confianzas. Aunque sabía que no me tenía que disculpar, es verdad que al recomendar a alguien y no salir como esperaba, me sentí responsable”. En su caso, cree que la próxima vez que se vea en una situación similar se lo pensará dos veces antes de recomendar de nuevo a alguien cercano.
Por el contrario, cuando las cosas salen bien, es posible que también surjan nuevas oportunidades para uno mismo. Álvaro, por ejemplo, consiguió un nuevo encargo de la productora a la que recomendó a su amigo. “En el audiovisual hay que tener mil contactos en los que apoyarte para que luego también te apoyen ellos”, asegura.
¿Separar lo personal de lo profesional?
Al margen del resultado de tu recomendación, esta decisión puede despertar todo tipo de emociones: desde la alegría por trabajar juntos, con la posibilidad de ayudaros mutuamente a mejorar y celebrar vuestros logros, hasta los celos porque uno disfruta de mejores condiciones o la incomodidad por no apreciar cómo se comporta el otro. En ese sentido, las personas que tienen capacidad de introspección y son capaces de comunicar de manera efectiva suelen manejarse mejor.
Y es que la línea que divide lo personal y lo profesional se vuelve borrosa en estos casos. Pero, para Mercedes Korin, el hecho de que tendamos a diferenciar la esfera personal de la profesional, y que cuestionemos cómo debemos gestionar nuestras relaciones cuando ambas se juntan, provoca que surjan ciertas complicaciones: “Parece que uno tiene dos vidas definidas y separadas, pero la realidad es que tenemos solo una vida. Confío en que las nuevas generaciones configuren sistemas de vida en los que estas cuestiones no sean un tema en sí mismo ni un problema por resolver”. Desde su visión, el futuro del sistema económico y cultural requerirá que se normalice que somos personas que trabajamos, que tenemos vidas personales y profesionales que no son incompatibles.