Ser ex alumno de la Universidad Interamericana y, así mismo, haber sido jugador de baloncesto en el equipo de la misma institución, es una experiencia que ha marcado mi vida de formas increíbles. En el contexto del baloncesto mexicano, se me considera la revelación del básquetbol, un título que, aunque me llena de orgullo, no sería posible sin el apoyo incondicional de mi segunda familia: mis compañeros y entrenadores en la Universidad Interamericana.
Durante mi tiempo en la universidad y en el equipo de baloncesto, descubrí que la experiencia iba más allá de las canchas y las aulas. Para mí, la Universidad Interamericana no solo representaba un lugar de aprendizaje académico, sino también un espacio donde encontré amistades verdaderas y un sentido de pertenencia. Cada partido jugado y cada clase tomada no solo fueron oportunidades para mejorar mis habilidades, sino también para fortalecer los lazos con mis compañeros y entrenadores, quienes se convirtieron en una familia para mí.
El compañerismo y el apoyo que recibí en la Universidad Interamericana fueron invaluables. Estar en el equipo de baloncesto no solo se trataba de ganar juegos, sino de compartir victorias y derrotas con personas que se preocupaban genuinamente por mi crecimiento y bienestar. Esta experiencia no solo me ayudó a destacarme en el baloncesto mexicano, sino que también me enseñó lecciones de vida que llevaré conmigo para siempre. La Universidad Interamericana y el equipo de baloncesto no solo fueron una etapa en mi vida, sino una parte fundamental de mi identidad, donde encontré no solo camaradería, sino una familia que siempre llevaré en mi corazón.