Seguro que en más de una ocasión has oído la típica historia de éxito del corredor de bolsa que lo deja todo para montar una quesería, o de la responsable de ventas al borde del “burnout” que vuelve a renacer como ceramista. En los últimos dos años, estas historias de reconversiones idílicas no han hecho más que proliferar, y parece que cuanto más radical sea el cambio de vida, más atractiva resulta la historia. Pero no hace falta irse a criar llamas a Perú para disfrutar de una vida laboral más gratificante: a veces basta con cambiar de empresa, permaneciendo en el mismo sector. ¡Incluso quedarse en la misma empresa!
Y es que cambiar de trabajo no siempre es la solución milagrosa a todos nuestros males, ni mucho menos. ¿Cómo podemos saber si es el momento adecuado para marcharnos (o no) de nuestra empresa? ¿Existen otras formas de mejorar nuestra vida laboral que no impliquen dejarlo todo de un día para otro? Y si al final decidimos irnos, ¿cómo podemos estar seguros de que no nos encontraremos con los mismos escollos en la próxima empresa? Para dar respuesta a estas preguntas, hemos entrevistado a Florence Meyer, experta en transformación laboral, orientadora y autora del libro “Je réussis ma transition professionnelle” (que podría traducirse como “Cómo llevar a cabo una transición profesional con éxito”).
La pandemia ha provocado que muchos empleados se planteen su situación laboral. ¿Temes que se produzca una reacción en cadena de reconversiones o cambios de empresa, en ocasiones por los motivos equivocados?
Sí, es un riesgo. Durante la crisis sanitaria, ciertos sectores —como la hostelería y la aviación— se vieron obligados a hacer un ERTE entre sus empleados. Al verse en dicha situación, algunos trabajadores aprovecharon para planear su transición profesional y poner en marcha un proyecto de reconversión si fuera preciso. Sin embargo, creo que esta es una muy mala razón para emprender una transición profesional. Es una forma un poco retrógrada de ver el problema: en una situación así, la mayoría de los trabajadores se encuentran agotados debido a la pandemia y a los múltiples reajustes en el trabajo, así que en parte lo veo como “cojo lo que primero que se me presenta, al menos así gano tiempo”. Esas personas me preocupan bastante porque no son conscientes de que su seguridad económica no es más que un espejismo: aunque las empresas, por lo general, suelen indemnizar los despidos, a menudo ese dinero no cubre el tiempo necesario para elaborar un proyecto profesional fiable.
¿Crees que es necesario tener un proyecto profesional bien definido antes de cambiar de trabajo?
No, solo hay que encontrar el equilibrio adecuado. Si esperas a tener un proyecto perfectamente planificado, lo más probable es que nunca des el paso de marcharte. A menudo basta con empezar a pensar en un proyecto para ponerse en marcha: empiezas a contactar con tal o cual persona, eso te abre nuevas puertas, y poco a poco las cosas van avanzando por sí solas. En mi opinión, el problema de dejar un trabajo aprovechando nuestro derecho a paro sin un proyecto definido reside en la falsa sensación de seguridad. Mientras que quienes deciden dejar una empresa sin recibir una compensación económica sienten una urgencia que les obliga a actuar con rapidez, aquellos empleados que negocian su salida con buenas condiciones, tienden a confiar inconscientemente en estas garantías. En cierto sentido, la sensación de urgencia nos ayuda a avanzar, y el hecho de que no esté tan presente puede resultar incapacitante y proporcionarnos una falsa seguridad psicológica que nos podría salir muy cara más adelante.
¿Cuáles crees que son las “buenas razones” para dejar un trabajo?
En mi opinión, una de las mejores razones para cambiar de trabajo es un conflicto de valores, es decir, una persona que ya no está en sintonía con los valores de la empresa. Esta situación justificaría una reconversión o, al menos, un cambio de empresa, ya que a largo plazo es algo que realmente puede llegar a minar la energía del empleado o ponerlo en un apuro, y además es difícil de soportar. ¡Un conflicto de valores con tu empresa es aún peor que un trabajo aburrido! Con frecuencia me fijo en que, cuando un empleado deja su trabajo por este motivo, la transición se lleva bien.
A menudo oímos decir que lo más importante es amar lo que se hace. ¿Puede que al final no sea tan crucial como pensamos?
Pues sí, efectivamente. Es curioso, porque acabo de terminar un libro sobre un director general que transformó su empresa de limpieza en una empresa liberada. El resultado fue sorprendente, ya que sus empleados ahora están muy motivados porque se sienten valorados y ven que se reconoce su trabajo… y eso que el trabajo en sí no es muy emocionante que digamos. Y sin embargo, ellos se sienten muy realizados. Creo que en realidad lo que cuenta no es tanto el trabajo en sí, sino más bien el entorno de la empresa: los valores que se fomentan, el ejemplo que da la dirección…
¿También existe la posibilidad de sentirse realizado fuera del trabajo?
¡Por supuesto! Tengo el ejemplo de una empleada que vino a pedirme consejo con un proyecto de reconversión profesional. Su afición era escribir, de hecho estaba escribiendo una novela cuando nos conocimos. Sin embargo, al darle un par de vueltas, se dio cuenta de que aunque su trabajo estaba lejos de ser una pasión, lo cierto es que le dejaba tiempo para escribir. Así que se dijo: “Por ahora me quedo, y ya veré si necesito cambiar de empresa más adelante”.
Durante esas sesiones, ¿identificaste alguna “mala razón” para dejar la empresa?
Los conflictos entre personas y también la sensación de que a ella no le quedaba nada nuevo por hacer en el trabajo. En mi opinión, esta última puede ser una mala razón, ya que si profundizamos un poco, la mayoría de las veces nos damos cuenta de que existen muchas formas de enriquecer nuestro trabajo y que a veces es posible ampliar su alcance, renovarlo o hacer que la descripción de nuestro puesto cobre otro sentido. Pero los empleados no siempre son conscientes de ello. Esto puede dar lugar a un bucle en el que terminen por cambiar de trabajo y, tres años después, vuelvan a tener la sensación de que no les queda nada nuevo por hacer en la nueva empresa, y así sucesivamente. Es una pena, porque estas personas quizás hubieran podido encontrar un camino más enriquecedor sin moverse de su puesto de trabajo, simplemente explorando más a fondo sus posibilidades. Esto es lo que se conoce como “job crafting”: enriquecer la descripción de tu puesto en función de tus talentos y deseos. Consiste en evaluar qué podemos cambiar en la descripción de nuestro puesto actual a fin de disfrutar de mayor plenitud en nuestro trabajo diario.
Y para el otro caso que comentabas, el del conflicto entre personas, ¿cuál es tu consejo?
Hay que tener cuidado con aquellos casos en los que parezca que estamos huyendo, en que nos decimos a nosotros mismos: “Me encuentro en una situación incómoda, así que intento salir de ella a toda costa”. Obviamente, sí que hay situaciones en las que debemos marcharnos inmediatamente, por ejemplo si nos sentimos acosados o en peligro. Pero si se trata “simplemente” de una situación conflictiva que se puede resolver, entonces habría que estudiar las vías disponibles para mejorar la relación entre los trabajadores. Yo a menudo animo a la gente a que se pregunte lo siguiente: “Puesto que, de todas formas, estoy dispuesto a marcharme, ¿qué cosas no me he atrevido a hacer hasta ahora para mejorar la situación?”. La idea consiste en ver qué podrían cambiar en la relación con la persona en cuestión para hacerla evolucionar, sabiendo que no tienen nada que perder. Aunque no siempre funciona, creo que es importante demostrar que lo hemos intentado todo, en lugar de rendirnos antes de tiempo, pues en ese caso también corremos el riesgo de entrar en un bucle: “Tengo un problema en una empresa, me voy y, curiosamente, me encuentro el mismo problema en la siguiente”. Si no trabajamos en identificar qué pueden provocar estos escenarios de fracaso en nuestro comportamiento, el círculo vicioso puede perpetuarse.
¿Cómo podemos saber si es conveniente cambiar de empresa o de profesión?
Durante mis sesiones como orientadora profesional, ofrezco sugerencias antes de que la gente se embarque en un cambio de trabajo o de carrera. Una de ellas es el job crafting, que ya he mencionado antes. Les pido que averigüen si hay proyectos estimulantes en los que puedan participar a nivel interno, ya sea a través de becas para proyectos, hackathons (una especie de maratones de programación, en las que varios equipos de desarrolladores deben desarrollar un proyecto informático en un tiempo limitado) o similar. También pueden marcharse al extranjero para cambiar de entorno sin tener que cambiar de trabajo, o capitalizar su experiencia y transmitírsela a un empleado de menor nivel, ya sea trabajando como tutor o redactando buenas prácticas, por ejemplo. Al final, el objetivo consiste en indagar juntos para ver si han explotado todas las vías posibles antes de dejarlo todo.
¿Hay formas de determinar si un motivo de abandono es aceptable o no?
La pregunta que debes hacerte cuando tengas ganas de marcharte es la siguiente: “¿Hay alguna circunstancia particular que haga que quiera irme?”. Si, por ejemplo, acabo de tener una pelea con mi jefe o con mi responsable de Recursos Humanos, o si me han rechazado un proyecto… ¿Tiene relación con un acontecimiento negativo reciente?” Se trata de determinar si el motivo de nuestro abandono tiene que ver con circunstancias particulares efímeras, o si más bien se trata de un cambio más profundo que refleja un desajuste con nuestros valores personales.
Al cambiar de trabajo, es importante sentir que hemos hecho todo lo posible por mejorar la situación y que nada ha funcionado (excluyendo por supuesto los casos de acoso o de peligro). Si es así, no quedan más preguntas que hacerse, hay que irse. Pero es importante reiterar que una buena razón para marcharse, y la que mejor funciona, es la de volver a estar en consonancia con nuestros valores. Esa es la brújula que debe guiar una transición profesional y la que garantiza el éxito de la reconversión. También hay que encontrar el momento oportuno: márchate después de haberlo intentado todo, ¡pero antes de llegar al burnout!